UN VALIENTE GRUPO DE AGENTES DEL GEIN CAPTURO AL SANGUINARIO Y ENAJENADO ABIMAEL GUZMAN
El general Marco Miyashiro, uno de los protagonistas
de esta heroica gesta cuenta a Exitosa detalles de ese impresionante plan que
derrotó a la organización terrorista
Cuando
los relojes marcaban las 8:45 de la noche del 12 de setiembre de 1992, era capturado
Abimael Guzmán Reynoso, el criminal más sanguinario de nuestra historia,
cabecilla del movimiento terrorista Sendero Luminoso, autor de miles de
muertes y atentados, que cubrieron con una estela de sangre y terror el
territorio patrio. Veinticinco años después es importante recordar esta
historia que no debe repetirse jamás.
El
cabecilla y su cúpula senderista se mantenían escondidos en una elegante
residencia de tres pisos ubicada en la calle 1 de la urbanización Los Sauces,
en Surquillo, bajo la fachada de una exclusiva escuela de ballet dirigida por
la bailarina Maritza Garrido Lecca, que por la incomprensible administración de
la justicia peruana, hoy ya está libre, después de cumplir una condena de 25
años de prisión que inicialmente era de cadena perpetua.
VALIENTE GEIN
En
diálogo con diario
Exitosa, el general Marco Miyashiro recordó los inicios del
glorioso GEIN (Grupo Especial de Inteligencia), conformado por los integrantes
de la ex Policía de Investigaciones del Perú (PIP), que pasó a convertirse en
el Código 2 durante la unificación policial.
Con
esfuerzo, dedicación y sacrificio, el GEIN, que integraban un puñado de
valientes agentes, lograron poner tras las rejas a “la bestia” o “presidente
Gonzalo”. Pese a los escasos recursos que tenían, lograron “la captura del
siglo” y dirigidos por el coronel Benedicto Jiménez cambiarían el rumbo de la
historia del Perú.
Benedicto,
por esas cosas enrevesadas del destino, hoy se encuentra bajo arresto
hospitalario acusado de tener vínculos con la red de Orellana. Sus fieles y
leales compañeros del GEIN reclaman la gracia presidencial que permita poner
fin a sus días de encierro, entre estas voces destaca su amigo y compañero,
Marco Miyashiro.
Fue,
precisamente, Benedicto quien tendría la decisión más importante de su vida, en
la que estaba en juego la vida de millones de peruanos, como lo era, la captura
de Guzmán Reynoso, que en tres oportunidades se les había escapado. Finalmente,
él decidió que la operación se realizaría el 12 de setiembre y no el 11 como
inicialmente se había programado.
OPERACIÓN VICTORIA
La
“Operación Victoria” se inició exactamente a las 6 de la tarde, cuando 18
agentes a bordo de cuatro patrullas salieron del complejo policial de la
avenida España con dirección a la casa del jirón Los Sauces, el “castillo”,
donde se escondía Abimael Guzmán y su suerte de escolta privada conformada por
Elena Iparraguirre, María Pantoja Sánchez y Laura Zambrano.
En
el camino del convoy policial se cruzarían los barristas de Universitario de
Deportes que bulliciosamente celebraban el triunfo 2 a 0 sobre su eterno rival,
Alianza Lima; qué lejos estaban estos muchachos de imaginar siquiera la misión
imposible que estarían por cumplir los agentes del GEIN, que hoy recuerdan este
episodio como una graciosa anécdota.
Marco
Miyashiro, actual congresista de la república por Fuerza Popular, recuerda que
desplegó a sus hombres a una cuadra del “castillo”, dividió a su equipo en tres
grupos tácticos.
Los
agentes “Gaviota” y “Ardilla”, seudónimos de Cecilia Garzón y Julio Becerra,
respectivamente, fueron los primeros en apostarse en el lugar; paseaban tomados
de la mano por los alrededores de la guarida de Abimael, simulando ser una
pareja de enamorados, como lo habían hecho durante los últimos tres meses.
Para
no despertar sospechas se les ordenó ingresar a una tienda vecina a tomar una
gaseosa; sin embargo, al no tener dinero para comprarla, se les cambió la
orden, “chapen”, así de contundente y tajante fue la directiva impuesta por el
superior; “Gaviota y Ardilla” sellaron su supuesto romance con un prolongado
beso; otra de las anécdotas que recuerda el “Héroe de la Democracia”, Marco
Miyashiro.
CAYÓ “EL CACHETÓN”
Entre
besos y caricias los dos agentes se mantenían atentos a lo que ocurría al
interior de la residencia, la orden era entrar y capturarlo, respetando claro
está su vida, don supremo que este delincuente terrorista nunca respetó.
“Nosotros garantizamos los derechos humanos de Abimael y de toda su cúpula”,
aseguró el general de la Policía Nacional.
Y
así fue. El momento esperado llegó cuando se abrió la puerta de la casa y
salieron Celso Garrido Lecca, tío de Maritza y la bailarina Patricia Awapara,
quienes tiempo después se comprobó que no tenían el más mínimo conocimiento de
quién se escondía en el inmueble y menos aún sabían de las actividades
sediciosas de Maritza Garrido Lecca; la acompañaba también su novio, Carlos
Incháustegui.
“Ya
es hora”, dijeron al unísono “Gaviota y Ardilla”, la adrenalina por lograr el
objetivo trazado evitó dar paso al comprensible temor de enfrentarse a la
cúpula criminal senderista.
“Gaviota
y Ardilla” empujaron a la sediciosa que intentó oponer resistencia e ingresaron
a la residencia; “Gaviota” tuvo que hacer un disparo amedrentador y permaneció
en el primer piso neutralizando a Maritza e Incháustegui, ambos gritaban
pidiendo ayuda por un supuesto asalto.
“Ardilla”
subió a la segunda planta seguido por los trece agentes de refuerzo, entre los
que se encontraba el hoy general Carlos Morán, rompieron una plancha de tripley
que una de las sediciosas trató de interponer entre los agentes policiales y
Abimael Guzmán, buscando evitar la captura. Morán venció el obstáculo y junto a
“Ardilla” encontraron a la “bestia” sentado al pie de un escritorio.
“Tranquilo,
no se muevan, soy de la Policía”, expresó “Ardilla” apuntando con su arma al
cabecilla senderista. “Está bien muchacho, tranquilo, ya perdí, pero por favor
tranquilízate muchacho”, fue la lacónica frase que lanzó el autor intelectual
de más de 40 mil crímenes y sanguinarios atentados, que caía rendido, sin
oponer resistencia. Minutos antes Elena Iparraguirre, la número 2 de Sendero
Luminoso, se enfrentó a “Ardilla”, quien lanzó un disparo disuasivo.
En
el primer piso, el sedicioso Carlos Incháustegui gritaba a los policías:
“mátenme de una vez por favor”. Se procedió al registro correspondiente e
incautación de material propagandístico que serían valiosas pruebas para el
juicio a la cúpula senderista.
Por
fin, Marco Miyashiro pudo lanzar por la radio portátil la frase que años atrás
había ensayado: “Ha caído el cachetón”, en referencia a las prominentes
mejillas del líder senderista. Su comunicación estaba dirigida a Benedicto
Jiménez, quien permanecía en la pequeña oficina del GEIN.
Hubo
vivas y lágrimas de los valientes GEIN, porque los verdaderos hombres sí lloran
de coraje, valor y honor como en esta historia.
Ketín
Vidal, jefe de la Dircote, llegaría para comprobar “la captura del siglo” y el
cumplimiento de los objetivos del GEIN. Días después, presentarían a la opinión
pública del país a la “bestia” terrorista, vestido a rayas y enjaulado como un
animal.
SANGRE FRÍA Y MALDAD
Después
de 25 años, los valientes agentes del GEIN se sienten en la libertad de contar
historias que nos estremecen, como cuando Maritza Garrido Lecca después de
recibir la visita de su familia, devolvió la fotografía que sus padres le
habían obsequiado como muestra de su amor. “Las fotos son el objeto más
preciado para un recluso, pero ella la devolvió”.
Por
su parte, la número 2 de la cúpula senderista, Elena Iparraguirre, abandonó a
sus menores hijos por elegir el camino equivocado del terrorismo; sus hijos
pequeños tuvieron que abandonar el país.
Estas
mujeres, que demostraron sangre fría y total maldad, sin embargo, lloraban y se
abrazaban al despedirse de su líder Abimael Guzmán, para ser recluidas en los
penales de máxima seguridad. Algo incomprensible desde todo punto de vista,
recuerda Marco Miyashiro.
HÉROE NACIONAL
El
congresista hace un alto en el relato, para rendir un sincero homenaje a un
héroe nacional, es decir, al coronel de la Policía Nacional e integrante del
GEIN, Manuel Tumba Ortega, quien murió por manos terroristas el 5 de noviembre
de 1992.
El
mencionado oficial fue el encargado de vestir con el traje a rayas a Abimael
Guzmán Reynoso y colocarle el 1509 al cabecilla senderista. Su muerte fue una
represalia por la captura de la “bestia”.
“Hoy
quiero rendirle un homenaje a un hombre valiente”, agregó, visiblemente
emocionado al recordar al amigo que partió por manos de la insania terrorista.
DIOS GUÍA MI CAMINO
Aunque
su mirada profunda suele intimidar, conforme avanza el diálogo, sale a relucir
el carácter amable, el amor a su familia, a su esposa Lidia y sus dos hijos, y
el irrestricto respeto a Dios.
“Todos
los días converso con Él, a través de mis oraciones y la mejor manera de
demostrarle mi fe es haciendo cosas buenas”, confiesa el flamante “Héroe de la
Democracia”, tras dejar en claro que el Altísimo guía su camino.
Definitivamente,
le creemos, porque años después otro serio peligro puso en riesgo su vida: la
toma de la residencia japonesa por los terroristas del MRTA y nuestro
entrevistado logró salir bien librado.
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